martes, marzo 20, 2012

La celebración del discípulo y el maestro


La celebración del discípulo y el maestro

29/03/2012

Por Gabriel Plaza LA NACION

Sabina y Serrat salen al escenario como si fueran la encarnación hispana de los Blues Brothers -un poco más irónicos y vestidos con traje, sombrero y corbata negra- montando su propio musical, con pasos de comedia, bailes, monólogos de humor y un extenso y celebrado listado de canciones. Da la sensación de que los dos cantautores salieron de juerga sin preocuparse por el horario de regreso a su hotel o la resaca. Tres horas de show, y un festivo reencuentro en el primero de los 18 conciertos previstos en el Luna Park dio señales visibles de ese fenómeno simbiótico con los artistas españoles, que emparda al de la wallmanía .

La puesta tiene aires de musical al estilo Broadway con una gran orquesta partida al medio, una escalinata, una escenografía que recrea los ventanales de la gran ciudad y varias mallas de LED dibujando un cartel lumínico como en Times Square. Ellos bailotean y rockean con la versión de "Hoy puede ser un gran día", el tema que tira las primeras pistas de un concierto cuyo guión argumental girará alrededor de su último disco escrito y compuesto a cuatro manos La orquesta del Titanic y una suculenta porción de sus clásicos.

La primera que suena es "Acuérdate de mí", una de las canciones más logradas del nuevo disco que podría entrar dentro de su lista de himnos. Serrat la desglosa con su verba intimista y cálida, con varias líneas que llevan su firma: "Yo tampoco te quiero y sin embargo, como te tomo, me doy. Como te busco, te evito. Como me vengo, me voy. Como me pongo, me quito". Sabina, lo mira de costado sentado en una mesita mientras se sirve su copa de champagne y toma la posta para cantar su frase: "Por ver volar los peces de colores, hicimos agujeros en el agua, preocupados en los alrededores, siempre en la dimensión equivocada".

La nueva musicalidad del dúo, una estética que recurre al fox trot, al bolero, a la rumba o a la balada, podría funcionar como la banda sonora de una nueva película de Woody Allen en Barcelona. La o rquesta del Titanic mantiene con solidez musical ese arco estilístico y los argumentos musicales de cada uno: la vena más enérgica de Joaquín Sabina y el medio tono de Joan Manuel Serrat. No faltan los chistes internos. La intervención de Marcos Mundstock de Les Luthiers para un párrafo humorístico e introductorio al tema central del nuevo álbum, donde aparecen vestidos como dos bon vivant .

Juntos se las ingenian para compartir esos contrastes, a la hora de cantar, frasear o interactuar con el público. Opuestos y complementarios, sus nuevas canciones son un buen puente para ver cómo se forma esa tercera entidad sonora y poética en escena, cuando forman duplas en las prometedoras "Hoy por ti, mañana por mí", "Martínez", "Cuenta conmigo" o "Maldito blues", con esa irreverencia juvenil de dos "adolescentes" sacándole lustre a la escala pentatónica.

En el show, ellos escriben e interpretan sus propios personajes. Serrat la juega del maestro que arrastra a un discípulo descarriado, que le inspira mucha ternura. "A la mañana lo ducho y después lo visto", cuenta en tono confesional al público. Sabina es el "bocazas" de comentarios inoportunos, que pone en aprietos a su consejero. "Hubiera querido llamarme Johnnie Walker o Rogelio Waters". Como en su primer espectáculo, Serrat y Sabina se muestran comodísimos en esa dupla de vodeville , en un ida y vuelta de respuestas rápidas, que son la base de entretenidos diálogos, tan celebrados como las canciones.

En primer plano, siempre están los clásicos estilizados y potenciados con los arreglos para esa big band del Titanic. La personalidad de Sabina es avasallante -incluso en los temas de Serrat- llevando el concierto a los momentos más excitantes con "19 días y 500 noches" o "De cartón piedra/Balada para un loco". Serrat se encarga de hacer lo mismo, pero llevándolos a otro tono, una atmósfera más cercana a la emoción profunda en "Mediterráneo", o su versión acústica de "La Magdalena".

Las canciones de uno y otro van pasando de mano. Sabina declara su amor y su envidia al maestro cuando prologa "Algo personal": "Esta canción tiene un inconveniente, no es mía. Tiene un segundo inconveniente, es de él [por Serrat]; y tiene un tercer inconveniente, es muy bonita". Lo mismo hace su compañero que le retruca durante el show: "Yo le he pedido a Joaquín que me deje esta canción en su testamento", antes de cantar "Eclipse de mar".

Cuando se funden en una sola voz, aparecen momentos de gran intensidad junto al público. Uno casi al principio en "Y sin embargo", con el coro de cancha de todo el Luna Park. El otro, en el largo tramo final, con "Para la libertad", que termina con los brazos levantados repitiendo el estribillo de "Aún tengo la vida", como dos boxeadores triunfantes en el medio del ring..




Información http://www.lanacion.com.ar/1457935-la-celebracion-del-discipulo-y-el-maestro

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