viernes, julio 10, 2015

Grande, grande, grande


Grande, grande, grande


Excepcional concierto de Miguel Poveda en el Festival de Pedralbes, con el apoyo de Amargós, Chicuelo y la magia de Serrat

Música | 10/07/2015 



Trece músicos, dos cantantes y él, Miguel Poveda, regalaron uno de los mejores conciertos de este Festival de Pedralbes que se cierra este viernes con Mika. Una guinda de lujo para una sesión tan emocionante como efectiva, mágica cual estructura celestial para enamorar almas en estado latente. Un canto a la poesía donde no faltaron los clásicos, de Lope de Vega a Quevedo de Miguel Hernández a Borges, Sabina o Aute o el mismo Pedro Guerra, el canario que ha musicado muchas de las historias del último disco de Poveda, un canto a la libertad.
Estuvo el hombre sembrado, de gesto señorial, de voz impecable, de estilo gentil y el movimiento en ese punto justo que acompaña la voz con ese gesto de apoyo imprescindible. Poveda estructuró su concierto en tres partes de un todo que se resumieron en un rondó que empezó en sinfónico, se paseó por el flamenco para retomar la melodía vestido ya de esmoquin. En el camino desgranó rumbas, tanguillos, bulerías, hizo guiños al blues, tuvo notas de jazz y derrochó copla. Como fondo historias de amor y tristeza, libertades añejas bebidas a sorbos, regaladas con generosidad, elegantes presencias de romances en los que la libertad aparecía en cualquiera de sus acepciones. Tiene Poveda duende, arte, sensibilidad y bravura, explosivo cóctel que se sirve mezclado, nunca agitado para que se puedan degustar todos sus componentes. La fiesta empezó fuerte: una versión flamenquita de "Para la libertad", de Miguel Hernández que musicó Serrat. Y el Nano no se hizo esperar. tras sus cinco conciertos en el Grec que acabaron ayer, tuvo el gesto de devolverle la visita al coplero y salió a cantar con él El meu carrer, cuya letra traicionaron el uno y el otro tan presas de la emoción como el respetable. "Sácame pronto", le pidió Serrat a Poveda ante un ataque de cansancio. Pero los dos maestros, el eterno y el de hoy se abrazaron y en esa comunión se apreció un virtual traspase de poderes: la copla de excelentes manos a otras exactamente igual de apreciadas.
Poveda se llevó la ovación en cada tema, pero no la locura colectiva, sino el respetuoso aplauso consensuado, denso, que salía tan de dentro de las entrañas como las estrofas inmaculadas, precisas de dicción.Las palabras de Poveda te llevan por los caminos de sus historias sin que uno se de cuenta que está aprendiendo a vivir con las experiencias de los demás hechas canción, estribillo y refrán. Las estrofas se pegan en las aristas del alma, se esconden en la parte más privada del corazón y de allí hasta el cerebro sólo hay un paso que se da casi involuntariamente. Se aprende así a vivir escuchando una canción.
Sobre la escena, Poveda contó con una banda exquisita y dos lujos, uno el de Chicuelo, de filigranas en las cuerdas y duende en el ritmo; el otro fue Joan Albeet Amargós cuyos fraseos son únicos en ritmos de todas las tradiciones.
Excelente la idea y la ejecución de una copla-río formada a base de frases de las mejores coplas. Hubo mucho cariño en esa reivindicación de la canción andaluza, mucha complicidad y respeto entre público y artista. Y una entrega total en un artista que derrochó carisma con su juego castellano-catalán, ingenuo y amable, que es lo que toca en estos casos. Y hubo cierre con poema de Gil de Biedma (la vida iba en serio) como homenaje a la tierra del artista y apoteosis-homenaje a Miguel de Molina, como no podía ser de otro modo.
Si el Festival de Pedralbes terminase con Poveda hubiera sido el impecable broche de oro a un Festival que en su tercera edición ha dado la razón al refrán. Y si los dos primeros fueron buenos, a la tercera fue la vencida. Pero no nos dejemos llevar por la pasión local, y vayamos hoy viernes a ver a Mika

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