AL ALBA NO ES UNA CANCIÓN DE AMOR
Por José Luis Ibáñez Salas
Sobrecogedores versos los de esta canción escrita por un artista, un creador español nacido en las islas Filipinas en el año 1943 de nombre Luis Eduardo Aute, probablemente junto a Joan Manuel Serrat el más reconocido cantautor vivo en lengua española de cuantos han tenido a bien cedernos su talento para nuestro disfrute y para acrecentar nuestra dignidad.
La canción se llama Al alba y ha sido durante décadas un auténtico himno dedicado a la memoria de los asesinados por un régimen dictatorial que murió matando en la España de mediados de la década de 1970, cuando Aute la compuso impresionado por el decidido empecinamiento de lo más recalcitrante del franquismo por mostrar a todo el mundo su propia naturaleza, la de un poder nacido para negar y aun perseguir la reconciliación. Un himno en contra de la pena de muerte, para más señas.
Aunque Aute es muchas otras cosas además de cantante y autor, facetas que no viene al caso aquí enumerar ni valorar, lo cierto es que su influencia es y ha sido tal en el panorama musical en lengua española que baste mencionar la grabación en el año 2000 del disco ¡Mira que eres canalla, Aute!, donde le rindieron más que merecido tributo músicos de la talla de Pedro Guerra, León Gieco, el propio Serrat, Jorge Drexler, Pablo Milanés, José Mercé, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Eliades Ochoa, Fito Páez o Rosendo.
A ese reconocimiento apabullante, al que conviene añadir un enorme éxito en unos tiempos en que las ventas de los vinilos solían coincidir a menudo con la categoría excepcional de las grabaciones musicales, no son ajenas composiciones de la valía de la canción que es el objeto de este ¿Te suena?, la estremecedora Al alba.
Estamos en el estertor de la dictadura franquista, en los años en los que el régimen se parte entre los que se enquistan en lo más profundo de su rudeza y crueldad y quienes asumen como inevitable un paso adelante, hacia donde están los países afines social y económicamente.
Tiempos de un aperturismo que vienen aprovechando los creadores no sin mirar por el rabillo del ojo a la censura no derogada, años en que florecen los llamados cantautores, Aute entre ellos, de pies a cabeza sumergidos en el formato de la canción protesta, años en los que el truco estaba en engañar al régimen y hacer llegar tus mensajes sin que los hombres de negro del franquismo te prohibieran expresarte e incluso te enchironaran.
Y eso es lo que logró nuestro héroe-artista, hacer pasar un auténtico alegato contrario a la existencia de la pena de muerte como si de la desesperada canción de un enamorado a su amada se tratara, porque… tachán, eso es Al alba, una cruda denuncia de lo execrable de matar disfrazada de canción de desamor.
Vayamos al contexto histórico que motivó la canción. El Gobierno de Carlos Arias Navarro, el último de Franco, responde a la coyuntura crítica del año 1975 con una represión endurecida. A finales del mes de agosto había promulgado el Decreto-ley sobre Prevención del terrorismo, donde la pena para quienes participaran en una situación de violencia de la que resultara el fallecimiento de algún servidor público sería la de muerte. A los pocos días son condenados a la pena capital dos activistas de ETA, y a las semanas son ya once quienes reciben esa misma sentencia, tres etarras y ocho miembros del FRAP.
La presión de la comunidad internacional sería muy intensa. El propio papa Pablo VI pero asimismo otros máximos dignatarios de otros estados, la reina británica incluida, solicitarán clemencia al gabinete español y al mismísimo dictador. Por supuesto, en el País Vasco, las movilizaciones se generalizarán de una manera radical.
Aunque un día antes el Consejo de Ministros aprueba seis conmutaciones de la pena de muerte, el día 27 de septiembre se produce la ejecución de cinco de aquellos penados: dos militantes de ETA, Ángel Otaegui y Juan Paredes; y tres del FRAP, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y José Humberto Baena. Ni que decir tiene que los ajusticiamientos incrementan poderosamente la repulsa internacional y los actos condenatorios dentro de las provincias vascas… Y Aute, en medio de esos días de zozobra escribe su memorable Al alba.
En lugar de grabar él mismo la canción se la cede a la cantante Rosa León, que la popularizará de inmediato, antes de que acabe el año, al formar parte de su tercer LP, titulado… Al alba, que incluía otro tema compuesto por Luis Eduardo, Pétalo, un homenaje al poeta chileno Pablo Neruda.
Aute se resistió a incluir su propia versión en su discografía hasta que en el año 1978 Al alba integró su excelente larga duración Albanta, publicado en el sello Ariola. Para entonces, era un himno reconocible, una canción inmortal.
Bajo la dirección musical, la producción y los arreglos de Teddy Bautista y con Luis Calleja y J. Antonio Carrión responsabilizándose del sonido, Albanta es si se puede decir tal cosa hablando de Luis Eduardo Aute un disco de rock. Registrado en los madrileños Estudios Kirios en el mes de febrero de 1978, el grupo que acompañó a Aute en esa grabación −algunos, como el propio Bautista, antiguos componentes de una formación clásica del soul y el rock español, Los Canarios− es el siguiente:
Teddy Bautista: Teclados y armónica.
Jorge Sebastián Benítez Martín: guitarra eléctrica.
Christian Melliés: bajo eléctrico.
Alain Richard: batería.
Enrique Correa: violoncello.
Ángel Ortiz: Viola.
Eusebio Ibarra y Luis Artigues: violín.
Y las canciones que acompañaban a Al alba en Albanta, todas ellas compuestas por Luis Eduardo Aute, eran, además de Pétalo (que, como la protagonista de este artículo, ya vimos se incluía en el LP citado de Rosa León), Digo que soy libre, Tiempo al tiempo, las también ya clásicas y significativas De paso y A por el mar, o Ahora sí, ahora no, No sé qué coño me pasa hoy (descansa en paz) y la que presta título al álbum.
Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.
Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.
Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.
Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
¿no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza?,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.