Joan Manuel Serrat en Buenos Aires: "Un Bolsonaro puede aparecer en cualquier lugar"
Buenos Aires
31 OCT. 2018 09:44
Joan Manuel Serrat, en Buenos Aires. EFE
El cantautor barcelonés se reencuentra con uno de los públicos que más apasionadamente ha seguido en los días en los que el nuevo populismo de derechas llega al poder en América Latina
El Nano está en Buenos Aires. La Avenida Corrientes, forrada con carteles de sus «11 conciertos históricos, gira Mediterráneo da capo» en octubre y noviembre. Otros seis fuera de capital: en Rosario, Córdoba, San Juan y Mendoza.
El de apertura lo tuvo que cancelar por una laringitis, pero una semana después, en su primera cita porteña, cantó, bailó, habló durante más de dos horas y apenas se le escapó un tosido. El público, que había ido a encontrarse con un viejo amigo, lo arropó enseguida: «Te quiero, Nano», se oyó desde las butacas del Gran Rex.
Quedan tres años para que su álbum bandera, Mediterráneo, cumpla los 50. Pero Serrat, a sus 74, no quiere esperar. Recibe a EL MUNDO en un exclusivo hotel de Recoleta.
Le han cambiado su habitación de siempre. «Yo antes vivía en otra», comenta, como quien no se siente extranjero en ningún lugar. Sonríe cuando se le pregunta por ese concierto, una velada con exaltación de cancha y elegancia de gran teatro. «El público argentino siempre es especialmente efusivo», comenta.
El primer concierto en Buenos Aires fue casi un partido del Boca...
Bueno, en general el público argentino es muy cálido. Se entrega mucho, participa mucho. Hay una gran comunicación con el artista. Quizá en mi caso muy favorecida por los años que llevamos de relaciones y las generaciones acumuladas.
Decía que no está la vida como para esperar al medio siglo de Mediterráneo.
Las cosas hay que hacerlas no cuando coinciden los tiempos sino cuando coinciden los amores y las ilusiones.
Para mí es mucho más importante que el Mediterráneo esté en una situación social, humana, geopolítica tan caótica y necesitada de cargar ahí los esfuerzos para modificar las circunstancias que esperar tres años para hacer la gira homenaje al disco por una razón numeral.
¿Cree que en esos tres años veremos un poco de luz sobre el Mediterráneo?
Las circunstancias son muy difíciles. El mundo está alejado de la solidaridad, la justicia, la colaboración y la fraternidad. Hoy en día, más bien lo que está primando en Europa es el egoísmo, la avaricia, el rechazo a lo distinto y, por tanto, están primando más las barreras que los caminos.
¿Cómo se explica que en un país como España, con tantos emigrantes y exiliados en el último siglo, cobre fuerza el discurso del odio al extranjero?
Los españoles hemos presumido siempre de no ser racistas, entre otras cosas porque no había negros. Pero, en fin, con los gitanos no hemos tenido precisamente una actitud muy generosa en este sentido. Mire, el racismo está en lo peor del ser humano, va de la mano de todos sus pecados. Las cosas estaban solapadas en otras que existían, estaban en el burladero de otras, y en los burladeros no se ve lo que hay detrás hasta que aparece el toro.
En Europa se normalizan políticas racistas, en México se le da a los inmigrantes centroamericanos el mal trato que los mexicanos reciben en Estados Unidos...
Es una tremenda e infinita cadena de egoísmos. Detrás de ellos no hay otra cosa que miedo a lo diferente, a aquello que pueda arrebatarnos lo que creemos que es nuestro. Un miedo al que hay que ganar. Y eso sólo puede hacerse con la experiencia, comprobando que no tiene razón y que es un sentimiento que azuzan aquellos que pretenden dividirnos, porque saben que así el ser humano es más vulnerable.
El miedo ahora tiene unos adalides notorios. Aquí al lado, en Brasil, ha ganado las elecciones una figura como Bolsonaro. ¿Ve posible un Bolsonaro en España o Argentina?
Si ha pasado en Brasil, puede pasar en cualquier lugar. Bolsonaro es el resultado de muchos Bolsonaros.
No ha aparecido por generación espontánea. Su triunfo está muy relacionado con el poder, con el dinero, con la religión. Saca sus votantes del capitalismo brasileño, de los deseosos de venganza contra Lula, alguien que consiguió que 30 millones de brasileños aprendieran a leer, progresaran socialmente y reclamaran lo que les había sido arrebatado.
Mencionaba también la iglesia.
Sí, otro dedo de la mano de Bolsonaro es la iglesia pentecostal, que ha tenido una actuación de una bajura ética inimaginable y ha proporcionado muchos millones. Otro dedo son los fakes (noticias falsas) contra el candidato del PT (Partido de los Trabajadores).
El otro es la industria agroalimentaria, que pretende seguir talando árboles y sembrando soja.
¿Bolsonaro es el problema o el síntoma?
El drama no es que exista este tipo, el drama no es la individualidad, porque de enfermos, locos y salvadores del mundo estamos rodeados.
Hay Bolsonaros todo el tiempo, en su pueblo y en el mío hay Bolsonaros, se lo aseguro. El drama es que sea capaz de arrastrar a 50 millones de personas y llegar a ser el presidente de un país que hasta hace unos días era ejemplo de tolerancia y convivencia.
¿Nos libraremos en España de esta corriente que sacude al mundo?
Lamentablemente los partidos funcionan mucho por resultados a corto plazo. Si ven que no son buenos, tratan de abrirse camino por otros senderos y caen cortinillas. Y aparecen los personajes más como son o como quieren ser.
¿Tenemos que preocuparnos?
De momento nosotros no creo que en España tengamos que estar excesivamente preocupados, aunque siempre hay que ser prudentes. Mire, yo siempre he pensado que la libertad y los derechos sociales son bienes que el ciudadano debe defender cada día. No pueden
dejarlos en manos de los políticos, son demasiado importantes.
¿Y deben inquietarse por la exhibición de fuerza que hizo Vox en Vistaalegre?
Perdone, vamos a tratar de bajar el suflé, meter a 11.000 personas en una plaza de toros las meto yo. Estamos hablando de un acto con su éxito, pero no podemos medir las cosas en función de la gente que meten o de la gente que sacan a la calle.
Las cosas se miden cuando se han de medir y la oportunidad de medirlas en democracia se llama elecciones.
Se lo digo de otra manera, ¿veremos algún diputado de Vox en el Congreso?
Puede ser que sí, pero tampoco me echaré las manos a la cabeza porque si no estuviera en Vox, ese diputado estaría en otro partido seguramente. Si Vox es una corriente política más vale que esté a la luz pública y no escondida en el zaguán.
Se acaba de cumplir el año de la declaración unilateral de independencia en Cataluña. ¿Cómo ve los debates actuales, por ejemplo, el de los lazos amarillos?
Cada uno en su corazón puede sentir y hacer lo que quiera, pero yo no soy partidario de utilizar un elemento externo en lugares públicos, colgarlo en las escuelas, los hospitales, las plazas, lugares que compartimos todos.
¿Le han dolido las críticas de un sector de la sociedad catalana que no está de acuerdo con opiniones suyas como esa?
Me aguanto.
Usted vive en Barcelona.
Sí, y muy plácidamente. Sin ningún problema.
¿Y en el cincuenta aniversario de Mediterráneo que hará?
Mi madre tenía una frase que la usan mucho en Aragón: «De aquí a allá, pajaricos habrá».
https://www.elmundo.es/cultura/musica/2018/10/31/5bd96b7822601dc01b8b4612.html