JOAN MANUEL SERRAT, cantante y compositor
El cantautor presenta esta noche en Murcia su 'Antología desordenada', a las 22 horas en el Cuartel de Artillería
23 junio 2015
Llega a la entrevista por teléfono con la suerte de que ninguna de las tres heridas que inmortalizó en sus versos Miguel Hernández -que él canta como si fuesen de su propia sangre-, le hayan fastidiado bien la existencia: ni la del amor, ni la de la muerte, ni la de la vida. Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943), que anda con su guitarra cómplice celebrando sus cincuenta años sobre los escenarios del planeta, recalará este martes en Murcia para ofrecer uno de esos conciertos que él logra que se te adhieran a la memoria para siempre. Será, a las 22.00 horas, en el Cuartel de Artillería. Su 'Antología desordenada' viene cargada de emociones fuertes, de mutua compañía y del placer de volver a escucharle. Joan Manuel Serrat, de profesión cantautor, conversa con 'La Verdad' desde Barcelona.
EL CONCIERTO
Quién: Joan Manuel Serrat. Presenta su 'Antología desordenada'.
Dónde: Cuartel de Artillería, en Murcia.
Cuándo: Martes, 23 de junio, a las 22.00 horas.
Entradas: De 75 a 45 euros.
-Tengo que decirle, para que se dé usted cuenta de que Serrat es mucho Serrat, que coincidimos viendo a Kevin Spacey interpretar 'Ricardo III' en Avilés. Yo estaba sentado delante de usted, usted de pronto me propinó una patada en la columna, y yo me volví a toda velocidad y con muy malas pulgas; pero, ¡coño!, vi que había sido usted, ¡Serrat!, y casi le doy las gracias y todo...
-[Risas] ¡Hostia puta!
LO QUE DICE
Adiós a la infancia
«Nunca tuve demasiado interés en ser mayor. Debía de tener claro que las cosas, conforme uno va creciendo, no solo no mejoran sino que empeoran»
El coste de ser libre
«Si he tenido que pagar algún precio por disfrutar de mi libertad, la verdad es que no me he enterado»
Qué ha hecho con su vida
«He procurado comérmela como se come un buen melocotón, deseando que no se acabe nunca»
Lo que no es
«Aunque le cante a la vida, no soy un optimista de cojones que va por ahí predicando el optimismo»
¿Hay que decir siempre la verdad?
«Cuando me dicen 'yo digo siempre la verdad', me levanto y me voy porque sé que lo que sigue a continuación es que se van a cagar en mis muertos»
Joan Manuel Serrat tiene una risa que, como todo en él, parece fluir con la naturalidad agradable de las pequeñas grandes cosas.
-¿Qué quería usted ser de mayor?
-Supongo que bombero, aunque la verdad es que nunca tuve demasiado interés en ser mayor. Creo que debía de tener bastante claro que las cosas, conforme uno va creciendo, no solo no mejoran sino que empeoran. Pero siempre he tenido un gran aprecio por los bomberos: van en un coche rojo, haciendo sonar una sirena que monta un escándalo de cojones, colgados de cualquier sitio, y terminan rescatando a la chica del fuego.
-¿Guarda objetos de su niñez?
-Sí, a pesar de que mi madre, una amante tremenda del orden y de la limpieza, destruyó buena parte del decorado de mi infancia, yo he rescatado muchas cosas. La verdad es que, hoy, mi entorno está lleno de objetos infantiles; mi entorno y, también, mi 'interno'. Mi infancia ha sido, sin duda, de las etapas más importantes de mi vida.
-¿Cómo era ella?
-Pobre mujer, a mi madre se le murió el novio pocos días antes de casarse...; tenía un genio levantisco, era muy instintiva, muy espontánea y, también, aunque tenía carácter para mandar a todo un ejército, era muy cariñosa. Me he refugiado muchísimo en mi madre a lo largo de mi vida y, ahora, cuando la recuerdo, o sueño con ella, siempre es con mucha alegría. Me viene su recuerdo en los momentos en los que pienso que ella sería feliz, que estaría orgullosa de mí, de sus nietos...
-La verdad es que la vida ha tomado café con usted en muchas ocasiones.
-Sí. No quiero de ninguna manera provocar envidia -nada más lejos de mi intención-, pero yo me siento sumamente afortunado por las cosas que me han ocurrido. Me siento afortunado por los padres que he tenido, por la mujer que tengo [Candela Tiffon], por nuestros hijos, por los amigos que he encontrado en el camino, algunos de los cuales la vida todavía me permite conservar. Y, evidentemente, por poder dedicarme a hacer algo con lo que disfruto. Y todos los tropezones, los inconvenientes -que también los ha habido-, los momentos más difíciles, son realmente unas sombras en medio de un camino extraordinariamente luminoso para mí.
-¿Ha tenido que pagar algún precio por haber sido un hombre libre?
-Si he tenido que pagar algún precio por disfrutar de mi libertad, la verdad es que no me he enterado. Probablemente, todo lo que he hecho en mi vida, en general, ha sido buscando sentirme a gusto conmigo, y cómodo, y tener un buen rollo a mi alrededor. Por tanto, no tengo ningún sentimiento de haber tenido que sacrificar grandes cosas por grandes proyectos, quizás porque tampoco los ha habido. Mi vida ha sido una continuidad de circunstancias en la que no he me he encontrado nunca sometido a grandes rupturas.
-¿Siempre ha dicho usted lo que ha pensado?
-Mayormente he dicho siempre lo que he pensado, sí, pero no presumo de ello. Me aterran mucho las personas que cuando estás con ellas te dicen eso de 'yo digo siempre la verdad'. Me levanto inmediatamente y me voy, porque sé que lo que sigue a continuación es que se van a cagar en mis muertos. Yo no quiero formar parte de ese grupo, no, no. Para mí, decir siempre la verdad tampoco es un imperativo ineludible. Hay ocasiones en las que conviene guardar silencio respetuosamente, y tampoco pasa nada.
-¿De qué reconoce que no está ya en condiciones?
-No estoy en condiciones de dejar escapar ni un solo día. No es que todos los días sean especialmente buenos, porque hay unos que vienen cargados con flores, y otros que vienen cargados con balas, pero todos son importantes, únicos, y ninguno volverá.
-¿Qué no es usted?
-Aunque le cante a la vida, no soy un optimista de cojones que va por ahí predicando el optimismo. Creo que la vida es bastante complicada, y que si uno reflexiona sobre las realidades que se viven a su alrededor, no hay motivos para sentirse tremendamente optimista, ni mucho menos. Pero también es cierto que van sucediendo cosas en las que podemos, de alguna manera, anclar algún tipo de esperanza.
-¿Qué cosas?
-Por ejemplo, es esperanzador ver que mucha gente está dando un paso al frente, responsabilizándose de su futuro. Hay muchas razones para estar desilusionados, desengañados con respecto a nuestros dirigentes y sus promesas, pero eso no debería ser causa para que nos olvidemos de que las cosas hay que ganárselas, de que el futuro hay que pelearlo; y, en estos momentos, hay más opciones para pelearlo junto a otra gente.
-Ahora está en Barcelona.
-Sí.
-¿Y no le da 'miedo' estar en una ciudad cuya alcaldesa es Ada Colau? Ya sabe que hay quienes piensan que ella traerá el caos.
-[Risas] No, no, para nada. Que Ada Colau sea la alcaldesa de Barcelona no me provoca el más mínimo temor. Primero, hay que darle la oportunidad de que ponga en práctica las propuestas que están escritas sobre el papel, unas propuestas que me parece que van en muy buen camino.
-¿Qué le preocupa de España?
-Vivimos tiempos duros, en los que parece que se olvida que la democracia debe defender a los ciudadanos de uno en uno y por encima de cualquier cosa, lo que implica una sanidad justa, una enseñanza obligatoria, gratuita y para todos; y una justicia rápida y eficaz. En este sentido, he visto cosas que me han aterrado, me han hecho desconfiar de la especie humana y no sentirme nada partícipe del proyecto de futuro. Creo que el miedo le hace mucho daño a la sociedad, porque le impide organizarse y, al final, con tanta parálisis se corre el riesgo de que todo se vaya a tomar por culo. Parece que ya estamos perdiendo el miedo.
-¿Qué es lo que verdaderamente merece la pena?
-Pensar que, si nos estamos haciendo esa pregunta, es porque ese día hemos abierto de nuevo los ojos. Lo verdaderamente fundamental es abrir los ojos y poder decir: 'Coño, seguimos aquí'. Y, después, tratar de hacer las cosas que uno siente que debe hacer, que cree que debe hacer, y hacerlo lo mejor que sepa. No debe haber ningún argumento que valga la pena fuera de el de hacer las cosas lo mejor que uno sabe. Creo que, como sociedad, avanzaríamos mucho, de manera automática, si esto nos lo tomásemos todos en serio.
Dos veranos
-¿Qué agradece?
-El buen tiempo; lo amo. El calor, el mar... me hacen feliz. Por eso he tenido por costumbre desplazarme a la América austral en los meses de invierno, para así poder disfrutar de dos veranos en vez de uno.
-¿Qué ha procurado hacer con su vida?
-Lo más inteligente, creo: procurar no desperdiciarla, comérmela como se come un buen melocotón, deseando que no se acabe nunca. Disfrutando de su sabor y de todo lo que pasa cuando te lo comes, que se te llena la barbilla de su sangre, y las manos se te quedan pegajosas, y qué más da porque el momento es maravilloso, y tan sencillo.
-¿Qué recuerda a menudo con mucho agrado?
-Vuelvo a mi infancia: la vida cambiaba cuando se encendían las hogueras de San Juan, se quemaba todo lo malo que podía haberte pasado hasta entonces y se celebraba la llegada del verano. Qué felicidad: los baños, cazar, pescar barbos... Luego llegaba septiembre, y sentías la tristeza de que se acabase ese contacto permanente con la naturaleza. Pero la vida consiste también en saber entenderte con la tristeza.
-¿Qué le resulta curioso?
-Lo torpe que soy. Mi padre era muy mañoso, todo lo que se puede hacer con las manos, para él no tenía secretos. Lo mismo te alicataba el baño que construía una nevera. Era tan habilidoso que parece mentira que yo sea hijo suyo.
-¿Y qué aprendió de él?
-A respetar a la gente; a tu mujer, a tus vecinos, a tus compañeros de trabajo, a los del partido de enfrente... Así debe ser.
-¿Qué llegó a proponerse con sus canciones?
-Tuve la suerte de entender que la única forma de que algo pueda ser realmente internacional y que le interese a gente de todo el mundo es que sea bien provinciano porque, así, lo entiende cualquiera en cualquier parte. Yo no quiero marearle la cabeza a la gente con mis canciones, quiero alegrarles la vida.
-En su discografía se incluyen sus trabajos sobre poemas de Miguel Hernández, Antonio Machado y Mario Benedetti. ¿Por qué ellos?
-Porque me los creo, porque me emocionan. Además, son buena gente y lo que nos cuentan sigue teniendo actualidad, nos hablan de cosas que importan. Y sus poemas son de una calidad tan extraordinaria. No me he acercado a ellos con ninguna pretensión divulgativa, sino tratando de hacer buenas canciones.
-¿Cáncer olvidado?
-Cáncer en la vejiga superado. No fue fácil, pero me dije: uno no es un desgraciado porque le pasen estas cosas de las que nadie está libre, lo importante en cómo te enfrentas a la enfermedad. Yo pensaba en cómo joder con esto lo menos posible a mi familia y a mis amigos, en cómo podíamos aliviarnos juntos.
-El lunes 20 de julio se le rinde homenaje a Gino Paoli en el festival La Mar de Músicas de Cartagena. Sé que le hubiese gustado compartir esa noche escenario con él. [Sí lo harán Silvia Pérez Cruz, Coque Malla y Christina Rosenvinge.]
-Sí, siento no poder estar en Cartagena ese día porque tengo concierto al día siguiente, pero me hubiera encantado participar en el homenaje.
-Y usted, cuyas canciones consuelan a tanta gente, ¿dónde encuentra consuelo?
-En mi perro, sí. Me junto con mi perro, conversamos un rato y ya está. Trato de recuperar enseguida el resuello.
-¿Cómo se llama su perro?
-Pepe, como mi padre.